El coche eléctrico tiene todavía ciertos inconvenientes que frenan su introducción en el mercado. Estos inconvenientes son la autonomía limitada en comparación al coche habitual (la mayor parte de los usuarios ignoran que el vehículo eléctrico (VE) ya cubre sobradamente la autonomía diaria requerida en un 90% de los casos). El segundo gran stopper es el tiempo de carga en relación con el tiempo de repostaje de los coches actuales y finalmente, el precio, sobre todo por el coste de la batería.
Pero esto no debe ser siempre así. Estamos comparando una tecnología con más de 100 años en evolución y con ventas de más de 80 millones de unidades anuales con otra que lleva unos pocos años queriendo nacer y cuya masa crítica es de apenas 300.000 unidades anuales. A medida que las ventas de coches eléctricos crezcan, su capacidad para mejorar su competitividad y prestaciones se dispararán. Existen estudios que indican que el precio del coche eléctrico será equivalente al de uno de combustión cuando alcance unas ventas de tres millones de unidades en el mundo, contra todavía más de 80 que se venderán de vehículos con propulsión convencional.
A medida que las ventas de coches eléctricos crezcan, su capacidad para mejorar su competitividad y prestaciones se dispararán
Este potencial lo han entendido muy bien los fabricantes, viendo que cada euro invertido en tecnologías de vehículo eléctrico produce mejoras mucho más significativas que si ese mismo euro hubiese sido invertido en la tecnología de combustión, mucho más madura. Además, las sanciones europeas a los fabricantes a partir de 2019 por la emisión media de CO2 de sus flotas vendidas, les hacen ver que sumar ventas de coches con unas emisiones declaradas de 0 gramos de CO2 por kilómetro es un gran negocio. Esto explica que prácticamente cada fabricante tenga ya en el mercado al menos un modelo VE.
Los Gobiernos deberían igualmente apoyar esta tecnología, sobre todo en Europa. El primer motivo es estratégico/ energético: Aunque no queda claro si un vehículo eléctrico es más o menos eficiente, energéticamente hablando, que un coche de combustión si se hace el cálculo “del pozo a la rueda”, sí que es innegable que el VE permite segmentar la procedencia de la energía que le alimenta. Actualmente, los automóviles solo usan combustible proveniente de petróleo importado a Europa desde países que no siempre son los socios estratégicos preferidos, dejándonos en una posición de debilidad. El segundo motivo es medioambiental.
No sabemos lo limpia que será la energía que haga mover el VE (dependerá del mix energético de cada país), pero es claro que si en una gran ciudad todos los coches fuesen eléctricos, la calidad del aire, donde viven millones de personas, sería infinitamente mejor y, por lo tanto, su calidad de vida.
Resulta difícil pensar como la generación futura, mucho más sensibilizada con los asuntos medioambientales y de salud pública, aceptaría compartir sus calles con coches que hacen ruido y emiten partículas nocivas para los seres vivos. Y esta debería ser la razón por la que los políticos añadiesen más y más incentivos para que las ventas de los VE alcanzaran el volumen necesario para ser competitivos por sí solos.
Habría que preguntarse, particularmente en España, porque hasta el mes de junio de 2015 se han vendido solo 703 coches eléctricos mientras que en Francia se han vendido a esta esa fecha unas 11.000 unidades; así como 8.000 en Alemania, 17.000 en Noruega, 12.000 en Holanda, 12.000 en Reino Unido, 53.000 en Estados Unidos, 42.000 en China y 4.000 en Suecia.
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