La tecnología siempre ha supuesto la base de la evolución. Si analizamos la creación de las diferentes eras industriales en el sector de la automoción concluimos que la tecnología siempre ha estado tras la transformación y el avance. Comenzando con la industria ferroviaria, a finales del siglo XVIII; la 2.0 con la cadena de montaje, que tuvo lugar a mitad del XIX; posteriormente la llegada de internet y la nueva economía en los años 60 y 70, que trajeron consigo la llamada industria 3.0 basada en la robótica y los microprocesadores; y la actual, la industria 4.0, también llamada smartfactory, que se fundamenta sobre el sistema cibernético y la inteligencia artificial.
Si bien es cierto que las tres primeras tendencias estuvieron marcadas por la difusión de un avance tecnológico, la cuarta revolución industrial en la que ya llevamos inmersos unos años no se identifica con un objeto específico. Lo fundamenta la omnipresencia de la tecnología, desde la extensión de sus campos de aplicación a la 'proyección' de sus posibilidades, debido en parte al aprendizaje automático y a la inteligencia artificial. Esta revolución se basa en la integración de principios tecnológicos ya consolidados, con la disponibilidad de más recursos para su uso, lo que permite la creación de nuevos y más eficientes procesos que, en algunos casos, producen nuevos bienes y servicios.
Es precisamente en el valor de la digitalización donde radica la continuidad entre el paradigma de la Industria 4.0 y la transición digital que los concesionarios vienen abordando desde hace algún tiempo. En un lento pero constante proceso de cambio que tiene la capacidad de responder a la flexibilidad de las necesidades de los clientes, en lo que a movilidad se refiere.
La verdadera oportunidad para los concesionarios y distribuidores del sector de la automoción en el contexto de la Industria 4.0 reside en la capacidad de transformar la tecnología en recurso. Las tecnologías digitales son la materia prima y los datos el objeto de la actividad empresarial del concesionario. Así, podríamos definir un concesionario inteligente como el que utiliza una materia prima común (tecnología) sabiendo transformarla (en función de los datos que gestiona) según sus necesidades específicas. Por lo tanto, se sugiere un cambio de planteamiento. En lugar de preguntarse qué soluciones ofrece la digitalización para mejorar el rendimiento de las ventas, la pregunta sería: "¿qué puedo digitalizar en el proceso de venta que me aporte valor?"
Las relaciones y la interacción en tiempo real con el cliente, la virtualización (incluido el proceso de ventas) y la orientación al servicio se encuentran entre los principios que inspiran los objetivos de la Industria 4.0 y se vinculan más fácilmente con el negocio del concesionario automotriz. Podemos proyectar estos mismos principios en tres áreas principales de intervención: la optimización de herramientas y sistemas de acuerdo con las necesidades organizativas del distribuidor, la integración de la experiencia online y en tienda del cliente y la implementación de nuevos servicios (para desarrollo comercial, ventas y postventa) basado en la gestión de datos e información.
El nuevo concesionario inteligente, como la fábrica inteligente 4.0, no es un sujeto pasivo frente a las demandas y la omnipresencia de la tecnología digital, sino un sujeto creativo: no persigue el cambio, ni siquiera se adapta a las necesidades dictadas por el mismo, sino que se apoya en toda la organización para llevarlo a término. En la era de la transición digital, los concesionarios inteligentes que innoven sus procesos impulsarán el cambio.
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